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No te conviertas en esclavo de la automatización

Opinión 29 de may. de 2023

Parece paradójico, ¿cierto? Pero es un fenómeno real, que he visto en muchos aficionados a la mecatrónica y el DIY, incluso he sufrido yo misma; automatizamos tantas tareas que consideramos rutina, e incluso algunas que no lo son tanto, con la intención de liberar el poco tiempo que tenemos, para después acabar empleando más tiempo manteniendo el sistema «Frankenstein» cada vez más complejo e inestable de aparatos, conexiones y servicios que el que habríamos «malgastado» habiendo realizado todas estas mismas tareas de forma manual.

A esto le llamo yo acabar siendo esclavo de la automatización, o más bien, esclavo del sistema de automatización que nosotros mismos hemos montado.

Como empieza

Es un fenómeno que puede darse de forma lenta, paulatina. Comienza con un primer aparato que automatiza alguna rutina diaria; funciona tan bien que comienzas a preguntarte que otras facetas de tu día a día se podrían automatizar, y cómo. A esto le sigue otro aparato, y otro, hasta que llega un momento en el que tienes tantos servicios, a menudo de diferentes marcas y que funcionan con protocolos tan diversos, que empiezas a necesitar un «hub» o sistema central que agrupe todo y lo gestione.

Llegados a este punto, comienza a preocuparte, porque la complejidad de tu sistema de automatización no hará más que crecer exponencialmente desde aquí, y de igual forma el tiempo que tendrás que emplear en depurar y arreglar cualquier fallo crecerá hasta ocupar un porcentaje importante de tu tiempo libre. Y el número de fallos crecerá, no lo dudes.

A todo esto añadimos la carga mental extra que supone haber ideado un sistema complejo para administrar tareas sencillas. Si quieres encender una luz pero tienes que recordar que para hacerlo debes primero entrar en una VPN para conectarte a un «hub» y después acceder a control de luces para mandar un mensaje al aparato que la controla, para descubrir que no responde, vas a acabar agotado. Hubiera sido mucho más sencillo levantarte y apretar un botón. Y mucho más cuerdo también, nuestro cerebro necesita estas asociaciones físicas, si hago esto, entonces pasa aquello. Esto lo entiende bien, causa-efecto, no nos cansamos abriendo puertas o apretando interruptores, pero sí nos cansa navegar por menús y analizar información todo el día.

A partir de este punto, entramos en modo de control de incendios, siempre intentando arreglar lo último que se ha ido al traste, lejos quedan los días en los que disfrutábamos del tiempo extra y la satisfacción que nos brindaba haber automatizado algo. Y poco a poco, nos empezamos a quemar con todo este asunto. Empezamos a arrepentirnos de haber interconectado tantas cosas, de que tantas otras dependan de otras más, de todos los atajos que pudiésemos haber tomado en el pasado. Al final todo el sistema se va al traste y nuestra motivación con él.

Seamos realistas

Estamos automatizando cosas que deberían ser sencillas, como encender una luz, poner la tele, ajustar la calefacción… con un sistema muchas veces más complicado, que depende de toda una serie de factores fuera de nuestro control, porque nuestro piso o casa no es un laboratorio donde todo esté controlado: la luz se va, el internet se cae, la gente desenchufa cosas para cargar su móvil… y no pasa nada; a no ser, claro, que ese servidor que acaba de desenchufar tu primo pequeño estuviese proporcionando una VPN para que tu servidor remoto pudiese acceder al «hub» local y administrar la configuración de los enchufes inteligentes de tu casa.

Los aparatos que conectamos tampoco son de categoría profesional, ni deberían serlo. Una Raspberry Pi no es un servidor de gama alta, no pretende serlo ni tendría sentido que lo fuese. Un Arduino es poco más que un microcontrolador económico con muchos periféricos y una interfaz amable. Ninguno de los aparatos que usamos debería usarse para tareas críticas porque no son infalibles.

Qué automatizar

No quiero desanimaros con esto. Seguramente ya hayáis pasado por algún episodio similar y sabéis que la motivación vuelve, pero muchas veces tropezamos con la misma piedra. En mi opinión, hay que considerar seriamente que merece la pena automatizar y que no, y bajo mi punto de vista, existen dos casos en los que automatizar es buena idea:

  • Ahorra tiempo en una tarea sencilla y rutinaria mediante un método sencillo y rutinario;
  • es divertido;

La segunda opción parece un poco vaga, pero deja que me explique, después detallaré más el primer caso: Si el hecho de montar el sistema de automatización te parece entretenido o vas a aprender algo con lo que vas a disfrutar, ni te lo pienses, hazlo. Eso sí, por mucho mimo que le hayas puesto, una vez lo tengas en funcionamiento y hayas sacado todas las lecciones de aprendizaje que querías, no lo mantengas. Deja que muera. No pierdas tiempo con ello, no lo merece.

En cuanto a tareas sencillas con métodos sencillos, me refiero a cosas que vayas a necesitar casi a diario, por ejemplo, los modos del teléfono que se activan cuando detectan que has llegado al trabajo y silencian el móvil y encienden el ahorro de batería, o tener un par de interruptores inteligentes para encender o apagar cosas de difícil acceso, conectados a tu móvil  mediante su propia aplicación. Intenta limitar o eliminar completamente el uso de servicios que agrupen diferentes aparatos, que hagan de control central, al estilo de «Home Assitant».

En el mundo del DIY, muchas veces se ignoran reglas básicas de diseño de sistemas industriales, como el de utilizar y mantener el sistema de la forma más sencilla posible, el de no añadir elementos innecesarios porque se sospecha que en el futuro se puedan llegar a necesitar (nunca se necesitan). Y es normal, pues esto es un hobby y la idea es expresarnos y pasarlo bien, pero a veces deberíamos tener estos conceptos en mente, sobre todo cuando descubrimos que hemos dejado de pasarlo bien hace un par de reinstalaciones de sistema operativo

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